Embarazo y la ilusión de tenerte. Pensarte y la inmensa emoción de besarte, abrazarte, quererte. Imaginamos mil opciones y en cada una un futuro brillante. No sabíamos muy bien pero estábamos seguros de que estaríamos para vos. Siempre. En las buenas y las malas. Nuestro corazón rebosaba de expectativas cada vez que te imaginabamos en tu primer día de jardín, en tu último día de universidad. No habías nacido pero ya estábamos allá. Queríamos tenerte. Conocerte y enseñarte todo lo que sabíamos para que tu futuro fuera el mejor.
Una visita al hospital y todo cambió. Angustia. Dolor. Desánimo. Lágrimas y abrazos perdidos en desconsuelo. Una mala noticia intentó hundir nuestras expectativas. La recomendación era interrumpir tu camino, sacarte de lo conocido antes de que lo hicieras por tu cuenta. Pero permanecían intactas nuestras ganas de tenerte. La alegría de verte corretear por ahí con una sonrisa.
No hicimos caso al egoísmo humano que te quitaba expectativas de vida. Prometimos dejarte intentarlo hasta el último segundo. No interrumpiríamos el curso del embarazo solo por miedo a sufrir o perderte. Eso sonaba miserable. La naturaleza tiene su cauce y Dios sabe.
Emociones encontradas durante 9 meses. Esperarte era difícil y emocionante al mismo tiempo. Queríamos verte a los ojos, acariciar tu cabecita, tomarte de la manito. Conforme pasaba el tiempo aumentaban nuestras ganas de un milagro. Tu expectativa de vida era muy corta, pero creímos que valdría la pena intentarlo.
Llegó el día y casi no recuerdo más que tu carita. Hermosa. Única. Perfecta. Unas manitos tan pequeñitas que me sentí gigante a tu lado. Te pusieron en una cajita y nos dijeron que debíamos mantener distancia. Mientras tanto las noticias en televisión solo hablaban de muertes y yo no podía besarte ni acercarme. Mucho menos tirarte un beso desde lejos sin el barbijo. Quería acurrucarte y tenerte por siempre en mi pecho. No sabía que el amor infinito existía hasta ese día.
3 Días fueron suficientes. Para vos los más difíciles. No lo lograste. Ese día el hospital fue un mar de lágrimas. Las flores se marchitaron y las nubes rompieron en llanto. El sol desapareció y la luna ni salió. Creaste un espacio difícil de volver a llenar. Pero aún así te agradecemos por habernos dado el título de padres eternamente. Por haber pateado y respirado. Por luchar y enseñarnos a amar. Te atesoramos como nuestra flor intacta. Por siempre viva en nuestros corazones y recuerdos.
Gracias por hacernos valientes e invitarnos a ignorar los miedos y malos pronósticos. Gracias por mostrarnos qué hay más allá del yo egoísta. Infinitamente agradecidos te amaremos por siempre Niara.
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